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El puente James Joyce, en Dublín. A la izquierda el número 15 de Usher's Island |
Es la víspera de la Epifanía y nieva en Dublín. Ha pasado más de un siglo desde que James Joyce decidiera escribir un nuevo relato para
Dublineses, un libro cuya primera versión era de 1905, pero que, después de innumerables y kafkianas vicisitudes, no se publicaría hasta 1914.
Según cuenta Richard Ellman, en su biografía de James Joyce, en 1905, cuando ya vivía en Triestre, Joyce recibió una carta de su hermano Stanislaus, en la que este le mencionaba que había asistido a un concierto del barítono irlandés Plunket quien, entre otras canciones, interpretó “O, Ye Dead!” (¡Ah, vosotros, los muertos!), una de las Irish Melodies de Thomas Moore, que eran muy populares por entonces. En la canción, los muertos contestaban a los vivos: “Aún quisiéramos saborearlo un poco ¡y pensar que vivimos otra vez!”. Joyce le pidió la letra a su hermano y aprendió a cantar la canción. El tema de los muertos que se niegan a permanecer en sus tumbas aparecerá también en Ulises y Finnegan’s Wake. Pero James Joyce no utilizará “O, Ye Dead! en su relato “Los muertos”.
En el verano de 1906, Joyce dejó Trieste para instalarse en Roma, donde iba a trabajar en un banco alemán. Roma no fue para él la ciudad que cautivó a Montaigne, a Stendhal y a los románticos ingleses. El 7 de agosto de 1906, le decía a Stanislaus en una carta que los alrededores del Coliseo eran “como un viejo cementerio, con las rotas columnas de los templos y lápidas”. El 24 de septiembre, después de una vuelta por el Foro, escribió: “Roma me recuerda a un hombre que se gana la vida exhibiendo el cuerpo de su abuela”.
Seguir leyendo en el blog: Un verano con James Joyce
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